Cuando acabe el vídeo te habrás dado cuenta de que los hombres también lloran y de que tú también quieres mucho a tu abuela.
El protagonista de Bill Withers must die
Billy se quita todas las capas antes de cantar y ya desnudo emite ese gemido grave con el que empieza un momento musical de emoción sincera. Si esta canción no te conmueve, vete al cardiólogo o a perdirle un milagro a el Mago de Oz, porque hay algo ahí dentro que no late.
Posdata: Y ya que estoy blandito, quiero aprovechar para mandar un abrazo a mi padre y a my main man DJ, es el cumple de ambos y se les quiere mucho. One Love.
A veces me parece que existe una máxima no escrita en el mundo de los cantautores que reza algo así como: "Hazlo bonito, pero que no se entienda nada". Desde el Rey de la Rima Fácil hasta El Apocado de Turno tienen tendencia a abusar de un barroco retórico que vierte una mezcla de misterio y requesón en sus textos, me figuro, de sentido dolor y sentimientos enfrentados.
Joaquín Luis Zapina
No estoy diciendo que no haya que dejar espacio a la interpretación mediante la poesía o que lo sugestivo no sea la cafeína de la vida. Todo lo contrario: la imaginación es el lubricante más viscoso que hay. Y aunque vivamos en el post-postmodernismo y todo valga, en realidad, se sabe perfectamente que NO todo vale. Las ideas en la expresión artística deben estar relacionadas al igual que cuando hablamos las frases deben tener cohesión, por muy vaga que sea. ¡Ay cuánto daño ha hecho Family Guy!
Contra la diarrea creativa combate Dente con uñas y dientes. Coloquial en su vocabulario, informal en sus estructuras, con toques de elipsis que son parte de un estilo personal y no de un atentado a la gramática. A paso ligero suelta su trozo y discurre sobre esta bellísima melodía que es puro ver llover, tristóna, monótona pero pegadiza. Abre con una pregunta sinestésica, doble, puede que hasta retórica, a su amada. Para añadirle más azul añil, empieza a responderla él mismo, con una cadencia milimétrica que sólo rompe a veces y causa tanta sorpresa como el crescendo de su voz al relatar aquellas experiencias vividas juntos que son más y más intensas. Todo encaja. Hay armonía. Como dice el título, él sí se acuerda. Su respuesta es concienzuda, llena de detalles y muy larga, probablemente por temor a no querer oír lo que le tiene que decir ella. Pero la exposición de sus recuerdos es calmada e intensa, sin pizca de pathos... Son "ricordi" atrayentes, perfectos en su sencillez, convincentes y francos. Es su manera de hacerla ver que lo que tenían era maravilloso y así influirla en su respuesta.
Esta es solo mi interpretación. Al ser una canción genial, no es la única admisible. ¿Hay algo más increíble que eso?
La gentileza del filósofo es hacerse entender, decía Ortega y Gasset. En este caso se podría decir que la gentileza del cantautor es no escribir tonterías deslavazadas adornadas con la guitarrita de turno y las pintas de incomprendido. Ya está bien de tanta mandanga.
En el post de Eloise de Barry Ryan reflexionaba sobre la rigidez que adquiere el gusto musical cuando el Justformen se hace un hueco fijo en la estantería del baño. No es un vino que gane con la edad por lo general. Pero como de excepciones está hecho el universo, el vídeo al caso podría suponer un alivio para los que confían en la paradoja del caos controlado: ¡Una DJ sexagenaria!
DJ Mamy Rock subiendo el pitch del sonotone.
Aunque la excepción de que hay excepciones en todo en esta vida son los publicistas. TODOS son de un honrado que emociona. Y en su discurrir mental suele haber migas que nos ayudan a seguir el camino de vuelta hasta el motivo original de sus acciones. Todo por la pasta. Y si se trata de hacer caja, ¿hay algo qué se parezca más a la gallina de los huevos de oro que una abuelita vestida de sport con nombre y bling bling de proxeneta de Inglewood anunciada a bombo y platillo como la salvación del clubbing? Más preguntas: ¿Qué vino antes, el showbizz o el engaño? A estas horas del partido ya nos da un poco lo mismo. Hoy por hoy lo importante es que no nos conviertan en más bobos de lo que somos sustituyendo nuestro sentido crítico por estructuras de control. Lo importante es saber coger a esos pollos por las plumas, sexarlos y ya con la matrícula apuntada, disfrutar, en la medida de lo posible, del Show.
Mamma mia. ¡Pónganse los baberos, remánguense las camisas de franela y empuñen los cubiertos con la punta mirando hacia el techo porque a este vídeo no le sobra ni un gramo!
Ya se sabe que Kraftwerk, pioneros de la electrónica, triunfaron con su música 'cyber minimalista kitsch', por intentar describir lo inefablemente original, y una puesta en escena caracterizada por su androginismo de miradas y rostros hieráticos, siempre más repeinados que un pony de la feria. Lo que nunca nos quedó muy claro es lo que ocultaban esos fraseos detrás del sinte. No sólo es que las letras fueran en alemán, es que el soniquete de la melodía se bastaba para hipnotizarte como el Isostar del buen poligonero, el vodkabull + ibuprofeno. El caso es que una vez desencriptadas y desenpolvadas de la capa de 30 años que las cubre, las letras de canciones como Das Modell, Autobahn y The Robots suenan como de chiste. Simplonas, aburridotas, inconexas, con rimas de tercero primaria.... ¡Por eso mismo se merecen una traducción que las saque un poco de brillo!
En este vídeo me he permitido alguna licencia artística decorando con un poco de salero las letras de la canción. El significado está intacto (lo poco que hay de él) pero espero que apreciéis la rosca que he girado para añadirle un poco de graciejo. Me conformo con un tímido aplauso como el que le brindan al grupo las sesentonas del plató al final del vídeo sin saber muy bien qué demonios había pasado allí la última media hora.
No me googleis el nombre de este grupo para bajaros sus discos. "Max y los demás" no eran más que un grupo ficticio protagonista del clásico del cine teen-explotation "Wild in the Street". En la peli la banda vivía a cuerpo de rey bohemio alojados en una mansión que no se sabía muy bien de quien era. Cumplía los requisitos para ser el sueño adolescente de todos nosotros, vivir como un marajá en una casa medio okupa rodeado de tu pandilla de colegones. Revueltos y rebeldes. Hiperbólica en las formas y en la trama, el cine explotation no se anda con chiquitas, narra la historia de cómo el grupo de amigos empachados de injusticias sociales clichè acaba convocando la revolución entre la juventud a grito de "los treinteañeros a la calle".
Obviamente esta recreación de protesta juvenil con un país del mundo occidental como escenario no puede haberse parido hace menos de 30 años. Todos esos movimientos con un tonillo de esperanza en el nombre con el que pasarán a la historia acabaron al ritmo de la ascensión del neoliberalismo y los capitales per cápita en nuestro mundo. Hoy en día, pese a los nefastos políticos que nos representan, la corrupción en la que se revuelcan, los pufos que crean en la economía y las injusticias para con los países más empobrecidos lideran, nadie se molestaría ni en crear una leve parodia burlesca sobre la revolución del pueblo contra los estamentos gubernamentales. Parece que estamos tan anquilosados en nuestro confort esponsorizado por Ikea que ni los artistas encuentran el levantamiento ciudadano como un tema motivador para su apetito creativo. ¿Tanto tenemos que perder como para haber dejado hasta de fantasear con la siempre reconfortante idea de revelarnos frente al opresor? ¿O debería decir dirigentes? En cuanto la sociedad recibe la ya desvencijada etiqueta de "democracia", los que nos gobiernan por su propio interés pasan a recibir un trato bastante más benigno.
En cambio, al otro lado del Mediterráneo y en la esfera de lo real, nada de ficciones esta vez, naciones enteras se lanzan a la calle y se la juegan para ganarle la partida a los tiranos (ahora sí que el epíteto goza del respaldo de todos) que han atado sus manos durante décadas impidiéndoles abrazar sus pretensiones de libertad. La cual no creo que en su imaginario común se vea representada por un mayor número de bienes materiales a los que tener acceso, si no por la apreciada lista de beneficios sociales, derechos y libertades individuales... ¿que tenemos en Occidente?
Tom Waits es polivalencia, es carisma, es ingenio y es originalidad. No es fácil de escuchar, ni sus canciones fáciles de entender, ni su estilo sencillo de catalogar. Todo esto le hace un candidato con los puntos necesarios para que su bolo musical produzca atascos lareo-faringeos al pasar por el sistema digestivo del público de masas cuyos caninos no tienen el poder suficiente para triturar la carne cruda de un artista de raza.
Cinco son las versiones de esta canción que sirven de opening para las cinco temporadas de The Wire, la compleja serie sobre las relaciones de poder que entrelazan los pilares de la sociedad actual, el pilar de control (la policía), el de la ley (la política) y el de extorsión (las mafias). La serie más calideoscópica que jamás se haya hecho. Probablemente también la más crítica con las estructuras del estado. The Wire es una suerte de manifiesto anarquista para el hambriento telespectador dispuesto a aceptar la invitación a un convite donde hay que rumiar cada pedacito de capítulo si se quieren aprovechar todos los nutrientes.
He ahí el vínculo de unión entre tan deliciosos manjares. Dos rara avis emplatadas para unos comensales con predilección por el McPollo.